viernes, 9 de junio de 2023

Presentación de "El legado musical de Matilde de la Torre" en Santander y Ruiloba

 



La semana que viene volvemos a presentar el libro-disco "El legado musical de Matilde de la Torre" de Zaida Hernández-Úrculo en Cantabria: ¡Santander y Ruiloba! Esta última tendrá una especial significación puesto que allí se realizó una de las filmaciones de 1932 que acompañan al libro, y que procede de los fondos de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC.

lunes, 22 de mayo de 2023

Presentación de "El legado musical de Matilde de la Torre" en Cabezón de la Sal

 


Este miércoles —24 de mayo— a las 19:00 presentaremos el volumen El legado musical de Matilde de la Torre de Zaida Hernández-Úrculo Rodríguez, con el cual inauguramos la serie oliva de la CCMB dedicada al rescate de nuestro patrimonio musical grabado de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Será en el Palacete Conde de San Diego, en su Cabezón de la Sal. Esta es la primera presentación de otras muchas, que iremos anunciando.

viernes, 19 de mayo de 2023

El legado musical de Matilde de la Torre

 


Finalmente podemos anunciar que acabamos de publicar El legado musical de Matilde de la Torre de Zaida Hernández-Úrculo Rodríguez. 

Matilde de la Torre (1884-1946) fue escritora, etnógrafa, docente y diputada cántabra en el Congreso de los Diputados (1933 y 1936). El activismo y pensamiento político que desarrolló en el entorno local, regional y después estatal, así como su magisterio al frente de la Academia Torre (siguiendo los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza) marcaron su labor como pedagoga y recopiladora a nivel musical. Este libro es un reflejo de ese legado a través de la creación y dirección del Coro Campesino Voces Cántabras (1924), su pensamiento musical plasmado en los escritos, y aquel que realizó como etnógrafa en su labor de recopilación y armonización, imbricando lo académico y la transmisión oral. La filmación y los audios contenidos en el CD y DVD fueron grabados en 1932 por el etnomusicólogo Kurt Schindler junto con el Centro de Estudios Históricos y la Universidad de Columbia, constituyendo hasta el momento los únicos documentos directos que atestiguan su trabajo: el resto desapareció tras su exilio a México en 1940.

Zaida Hernández-Úrculo Rodríguez (1979) es investigadora y profesora de la Universidad de Cantabria, y licenciada en Historia del Arte y en Historia y Ciencias de la Música por la Universidad de Oviedo. Máster en Música, Comunicación e Instituciones en la España Contemporánea, obtiene una beca de Investigación Severo Ochoa que le permite trabajar en la Universidad King’s College de Londres (con Emma Dillon) y en la de Birmingham (con Anthony Clarke). Ha participado en diversos grupos de investigación de la Universidad de Oviedo, en proyectos del Laboratorio de Sonido de la EPI de Gijón y de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás (CSIC), y en numerosos congresos y seminarios de divulgación científica; además de impartido conferencias y escrito artículos y libros.

El libro, que consta de 360 páginas, cuenta con abundante material fotográfico y documental, en gran parte inédito, en el que se analiza su figura a través de su pensamiento musical. Prologado por Joaquín Díaz, contiene un CD con 20 grabaciones (procedentes de los fondos de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del CSIC) y un DVD con una filmación inédita de las danzas de Cabezón de la Sal, Ruiloba y Llanes, realizadas en 1932.

El libro + CD y DVD tiene un P.V.P. de 50,00 € (IVA incluido), y se puede encargar directamente en www.coleccioncarlosmartinballester.com/publicaciones/el-legado-musical-de-matilde-de-la-torre (descuento del 5%) o encontrar en las principales librerías de España.


lunes, 17 de octubre de 2022

Matilde de la Torre y la música

Coro Campensino Voces Cántabras en Carrejo (Cantabria), 1930.
 

A lo largo de este año 2022 estamos dedicando mucho tiempo a la figura de Matilde de la Torre (1884-1946), escritora, etnógrafa, docente y diputada cántabra en el Congreso de los Diputados (1933 y 1936). El activismo y pensamiento político que desarrolló en el entorno local, regional y después estatal, así como su magisterio al frente de la Academia Torre (siguiendo los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza) marcaron su labor como pedagoga y recopiladora a nivel musical. 

Zaida Hernández-Úrculo Rodríguez está preparando un volumen que será un reflejo de ese legado a través de la creación y dirección del Coro Campesino Voces Cántabras (1924), su pensamiento musical plasmado en los escritos, y aquel que realizó como etnógrafa en su labor de recopilación y armonización, imbricando lo académico y la transmisión oral. La filmación y los audios que contendrá el CD y DVD que acompañará al libro fueron grabados en 1932 por el etnomusicólogo Kurt Schindler junto con el Centro de Estudios Históricos y la Universidad de Columbia, constituyendo hasta el momento los únicos documentos directos que atestiguan su trabajo: el resto desapareció tras su exilio a México en 1940.

lunes, 20 de septiembre de 2021

El legado de Antonio Ruiz Soler 'Antonio el Bailarín'


Antonio Ruiz Soler. Fotografía de Juan Gyenes.

    Hablar de la relevancia de Antonio Ruiz Soler (Sevilla, 1921 - Madrid, 1996) en la historia del baile español y flamenco no es necesario a estas alturas. Como apunte, decir que junto a Antonia Mercé 'La Argentina' probablemente sea la figura más importante y decisiva del siglo XX, a pesar de los enormes artistas que han pasado por los escenarios en ese extenso y fecundo periodo. Pero no voy a centrarme en ello ahora, sino en el legado de bienes tangibles que logró reunir en vida y el triste destino que recibieron, al hilo de los numerosos fastos y congresos que se avecinan con motivo del centenario de su nacimiento.

Vista parcial de su camerino.

    A lo largo de su extensa carrera, Antonio reunió en su estudio de la madrileña calle Coslada una enorme cantidad de objetos, mobiliario y documentación: lo más parecido a un museo era ese espacio en el que ensayaba con su compañía, por lo que resultaba lógico su deseo de que ese legado permaneciera unido, y a ser posible, dedicado al baile en su vertiente de formación y conservación. Así lo corroboraba Ramón Ariño Oporto —su abogado desde los años setenta hasta su fallecimiento— en entrevista a Roger Salas (El País, 18 de noviembre de 2000): «Ningún heredero ni albacea quiere la dispersión de la colección, todo lo contrario. Mucho antes de morir, Antonio ya comenzó las gestiones con varios organismos públicos para garantizar una donación integral a cambio de una compensación que le permitiera vivir dignamente. Pero Antonio estaba convencido de que se habían olvidado de él y de que no recibía el trato que se merecía ni de la administración ni de la opinión pública».

    Me consta que los contactos que Antonio realizó a lo largo de los años con el Ministerio de Cultura y otros organismos fueron infructuosos. No tengo a mano las cifras, pero su intención era que el Estado se hiciera cargo del edificio y su legado a cambio de una razonable partida económica. Claro está, «razonable» si este país considerara la cultura y sus más elevados creadores como un verdadero patrimonio nacional... pero como no es así, se estimó que era un gasto inapropiado, y se descartó la adquisición. No obstante, y como veremos más adelante, el Estado pasó al siguiente nivel en su ignominia.

    Tras su fallecimiento en 1996, y las nuevas negativas de nuestros gestores públicos a sus herederos, estos decidieron vender ese patrimonio en la conocida sala de subastas Durán, en Madrid. Y se llevaría a cabo la venta dividida en lotes, como es lógico, por lo que se produciría lo irremediable: que su colección y el correspondiente discurso narrativo se fracturara y disgregara.


Catálogo de Durán, noviembre de 2000.

    Por razones de afición y profesión me vi inmerso en ese proceso, triste y emocionante a partes iguales. Lo primero que hice, como siempre, fue estudiar a fondo el catálogo: disfrutando con el descubrimiento de cada uno de los lotes, y claro está, decidiendo cuáles eran los más interesantes. Fui a la sala un par de días a revisar algunos y he de confesar que resultaba inquietante —y vergonzoso, sí— pasear entre los recuerdos de un grande de la danza, como si de una almoneda se tratase. Recuerdo al añorado Pepe Blas Vega paseando por la sala y compartiendo conmigo el estupor por todo lo que estaba sucediendo.



Traje para la obra Sonatina.


Álbumes de fotos.

    Pero lo que sin duda más me llamó la atención de todos los lotes puestos a la venta (1.136, nada menos), fue el lote 135 descrito con un lacónico: «Lote de discos de los años 60, 70, etc.». Cual sería mi sorpresa cuando empecé a consultar el mismo y descubrí que aquel «lote» era toda su colección de discos de vinilo, y sí, también de discos de pizarra. Menos de mil discos, pero con numerosas piezas interesantísimas. Entre los vinilos, decenas y decenas de discos firmados por los artistas y dedicados a Antonio. Un ejemplo destacado es el LP de Antonio Mairena de 1958, titulado Cantes de Antonio Mairena:


    Que contiene una reveladora dedicatoria: «Para Antonio el mas [sic] grande de los genios del baile, mi mas [sic] cinzero [sic] afecto y mis mejores recuerdos de todo corazon [sic] de su gran admiradó [sic]. Antonio Mairena».


    También llamaron mi atención los discos en los que Antonio realizaba anotaciones con la idea de usar algunas de esas grabaciones en sus ensayos y montajes.



LP Rocío de Los Romeros de la Puebla, 1985.

    
    Otro ejemplo de lo anterior aparece en la carpeta La gran historia del cante gitano andaluz, de nuevo de Antonio Mairena, en la que Antonio escribe lo siguiente en relación al Romance del Conde Sol: «Estos cantes, sin música me servirán para hacer Escenas de las Carretas de la noche en el Camino, sin bailes. Solo se bailará al compás del Conde Sol».





    Si interesantes fueron los hallazgos que hice hasta ese momento, más aún lo fueron los siguientes: los discos de 78 rpm que Antonio conservaba, y entre los que se encontraban en discos de acetato (de grabación inmediata) las tomas de sus ensayos, así como entrevistas.



Caja de la NBC con discos de 78 rpm.


Diligencia de Carmona, por Antonio.


Zapateado bailado, por Antonio.


Disco con entrevista junto a Rosario en San Francisco, Estados Unidos.


    Merece la pena resaltar que la mayoría de las anotaciones en las etiquetas de discos privados, llevaban la firma de nuestro protagonista.

    Analizado todo aquel apabullante lote 135, tuve claro que debía pujar por él y con contundencia, pero claro, me asaltaron las dudas acerca de cuántos interesados habría, y sobre todo, la cantidad a la que podría llegar. Si eran pocos los interrogantes, siempre sobrevolaba la posibilidad de que el Estado ejerciera el derecho de tanteo y se adjudicara el lote en la cantidad que finalizara la puja, que sería lo más lógico. Y con todas esas inquietudes, llegó el primer día de la subasta.

    Desde el comienzo se percibió una actividad en las pujas más que notable, y claro está, el Estado ejerciendo su derecho de tanteo en muchos lotes. Me sorprendió enormemente —conforme iba avanzando la subasta— el extraño criterio aplicado a la hora de seleccionar los bienes a adquirir: dejaba pasar algunos documentos de extraordinario valor, muy representativos de Antonio, y sin embargo, copaba la subasta en lotes —digamos— más prescindibles. Aunque pujé por algún lote que me interesaba (libros, fundamentalmente), mi mente estaba puesta en ese lote 135. Recuerdo que cuando llegó su turno, pujé, y esperé. Escuché otra puja, y la superé, hasta que pasados unos interminables segundos el director de sala señaló con el martillo el cierre del lote. Ahí pensé que el funcionario del Estado levantaría la tablilla adjudicándose el lote. Pero no. ¡Pasaron al siguiente! 

    Yo me quedé estupefacto al comprobar que nadie —ni en la sala, ni fuera— había alcanzado a entender la importancia que encerraba ese lote en el universo de Antonio Ruiz Soler. El siempre brillante Roger Salas sí dio buena cuenta de aquel dislate en algunas crónicas para El País, que aún guardo.


El País, 21 de noviembre de 2000.


El País, 24 de noviembre de 2000.


    Desde aquel noviembre de 2000, muchas preguntas me han asaltado. Comparto algunas de ellas a modo de conclusión:

¿Qué tipo de país permite que el legado de uno de sus elegidos se disperse de una manera tan triste?

¿Sabe algún responsable de Cultura lo insólito que es que un artista flamenco reúna un patrimonio así sobre su persona y los que le rodearon?

Con todo lo que se malgasta en España, ¿no se pudo dedicar unos cuantos millones de pesetas al mantenimiento de esa casa, con todo su contenido, y musealizarla?

¿No se le cae la cara de vergüenza al Estado —y a quienes lo representan— por rechazar un proyecto tan singular, y finalmente acudir como una urraca a picotear sin orden ni concierto?

    Y la más importante y lacerante, por cercana a mis intereses: si un bailaor hace música con su cuerpo y expresa —también— a través de la música que le alimenta o que suena en el escenario, ¿de verdad que ningún funcionario, investigador, universidad o aficionado cayó en la cuenta de lo fundamental que era esa colección de documentos sonoros? La respuesta es un rotundo y doloroso no. Y repetido, porque el caso Antonio fue uno más entre otros muchos archivos o colecciones de figuras relevantes de nuestra cultura flamenca que he ido encontrando a lo largo de treinta años.

Vale.

martes, 28 de abril de 2020

González Marín, Rafael Alberti y Joselito el Gallo (en su gloria)

Rafael Alberti. Joselito en su gloria (1949). Museo Nacional Reina Sofía.

Tal día como hoy —del año 1889— nacía en la bella Cártama el eminente declamador José González Marín, quien de vez en cuando se asoma por este malherido blog. A más de un lector eso de declamador o recitador puede sonarle a ciertos personajes que en las sobremesas piden silencio y —con fingida humildad— le atizan a uno con media hora de ripios insoportables. Pero nada que ver.

Amigo de García Lorca, Alberti o Salvador Rueda, fue tanta su calidad y popularidad que teatros de todo el mundo se llenaban para escucharlo recitar una exquisita selección de obras literarias. Admirado por los intelectuales, de González Marín llegó a decir Valle-Inclán:
Confieso que fui a escucharlo con temor de encontrarme con un traficante más del arte. Me equivoqué y lo celebro. Inteligente y sensible, es un intérprete personal, inconfundible e inimitable.
Afortunadamente perpetuó su arte en disco, grabando un ramillete de obras para la casa Gramófono el 18 y 20 de junio de 1930, entre las que hoy quiero destacar Joselito en su gloria, poema de Rafael Alberti en el que se duele de la muerte (¡hace un siglo!) de Joselito el Gallo en la plaza de toros de Talavera de la Reina. El propio Rafael recordaba en La arboleda perdida el momento y circunstancias en los que compuso este poema en 1927:
Poco antes de la fecha del centenario [el tercero del fallecimiento de Góngora], me llamó a Sevilla [Ignacio Sánchez Mejías]. Se celebraba el séptimo aniversario de la trágica muerte de Joselito. Del tren, me trasladó a un cuarto del Hotel Magdalena, encerrándome con llave, mientras me advertía: «No comerás ni beberás hasta que escribas un poema dedicado a José. La velada en su honor es esta misma noche. En el Teatro Cervantes». Unas horas más tarde recuperaba yo mi libertad, leyéndole a Ignacio Joselito en su gloria, cuartetas muy sencillas que repetí en la fiesta, entre los oles y ovaciones de un frenético público compuesto de gitanos y gentes de la torería devotas del espada...
Bien, pues hecho este preámbulo, disfrutemos del «inconfundible e inimitable» José González Marín:


jueves, 9 de enero de 2020

Carteles I

Investigar la discografía antigua —alguna no tan antigua: 1952— significa andar a tientas, a causa del poco celo demostrado por las compañías a la hora de conservar su patrimonio. Una de las fuentes de información más útiles son los catálogos y suplementos de discos, algunos publicados en forma de carteles para los comercios. Las dificultades no solo radican en los años transcurridos, sino —en ocasiones—, en los pocos ejemplares editados (350 en este caso). La cuota flamenca estaba representada aquí por Pepe Pinto y Melchor de Marchena.