Con José Ruiz Arroyo ha sucedido como con tantos otros artistas a los que con suma ligereza se les ha etiquetado de una manera simplista, no tanto porque dominaran una sola faceta del cante, sino porque el conocimiento de determinados aficionados no da para más: ¿para qué intentar comprender a fondo a un cantaor que realmente no me interesa con lo sencillo que es etiquetarlo? Pues eso mismo le ocurrió a este extraordinario artista: que si virtuoso del fandanguillo, que si otro hijo de la ópera flamenca.... Lo que viene después es conocido: se instala un (falso) concepto en el ideario flamenco, se repite convenientemente, y vamos que nos vamos.
El Corruco fue un raro caso entre los artistas de su generación, puesto que sus maneras cantaoras se prodigaron muy poco: cante llorado, poco dado al efectismo, más proclive al recogimiento que a la interpretación expansiva. En definitiva, cante no apto para todos los públicos, a pesar de que contara con una legión de seguidores en su época.
Retomando la idea inicial, aunque su obra discográfica en Odeon, Parlophon y Gramófono está plagada de fandangos (recordemos, fue realizada en los primeros años 30, pleno apogeo del fandango personal), en ella encontramos pruebas inequívocas de que estamos frente a un cantaor de amplio repertorio (seguiriyas, soleares, tarantas, malagueñas, campanilleros, media granaína...). Y lo que es más importante: como todo cantaor con un algo especial, haga lo que haga, con aciertos y errores, siempre que le escuchemos estaremos ante la incertidumbre de la creación constante.
Su malagueña recoge ecos de la mejor escuela de Enrique el Mellizo, haciendo una interpretación depuradísima, totalmente ajena a la grandilocuencia con la que esta malagueña se practica hoy:
Guitarra: Manitas de Plata
En las soleares, fundamentalmente dejó muestras del legado del Mellizo y Paquirri. Entre las grabaciones que contienen el estilo del primero, me detengo en unas soleares donde El Corruco desarrolla una idea muy interesante, apreciable en la manera de acometer el primer tercio, apartándose de la versión más extendida del estilo del gaditano:
Guitarra: Manolo de Badajoz
Guitarra: Manolo de Badajoz
Guitarra: Manolo de Badajoz
En el tintero quedaron otras (re) creaciones suyas como el fandango del Gloria (acariciando el dinero), la seguiriya, su taranta (qué bonito es el dinero)... o su desgarradora versión de Paquirri (no doy mi brazo a torcer), germen de uno de los cantes más representativos de Fernanda de Utrera, con varias décadas de antelación.
En definitiva, no es exagerado decir que El Corruco de Algeciras ha sido uno de los mejores cantaores del Campo de Gibraltar, tierra de excelentes artistas. Y lo fue por muy distintos motivos, tanto por haber forjado un estilo propio a la hora de acometer sus fandangos, el haber extendido esa personalidad al resto de cantes que interpretó, y sobre todo, por las características inherentes a su cante: intimismo sin alharacas, agudos acompañados de silencios secos, fraseos de bellísima musicalidad, quiebros sin concesión alguna al efectismo... y todo esto en veintiocho años de vida.
Artista imperfecto, sí, pero con ángel.