Foto: Javier del Real
Lo vivido anoche, en su segunda representación, debo decir que todavía resuena en mi cabeza. La labor realizada por toda la compañía es asombrosa, desde sus compañeras Belén Maya e Isabel Bayón, hasta los cantaores David Lagos y Tomás de Perrate, pasando por Chicuelo y el resto de integrantes.
Un desafío artístico de esa magnitud inevitablemente no puede contentar a todos los públicos: su propuesta, tan depurada en el mensaje y las formas, estremece y perturba a la vez. Y como es evidente, no todos los aficionados está dispuestos a asomarse a ese abismo artístico de primer orden, en el que el conocimiento y la ruptura se hermanan a la búsqueda de nuevas formas expresivas. Algo tan propio de nuestro arte: lo antiguo y lo nuevo. Ellos se lo pierden: usted, no debería.
Admiro a Israel Galván desde la primera vez que lo vi. Un maestro, como Morente, que hará dos años que se nos fue y a quien en el mismo festival de la Unión (2007) donde actuó Galván con Terremoto hijo (otro que se nos fue demasiado pronto), le gritaron desde el público: "¡Morente jubílate!". Nosotros, los españoles, tan dados a intentar hundir nuestros mejores valores y a los que más aportan a nuestro arte. Un saludo Carlos.
ResponderEliminarHola Guillermo, así es, qué sería del flamenco sin constante renovación y artistas arriesgados... folklore seguramente. Claro que no todas las propuestas aguantan el paso del tiempo, pero por decantación, en general, quedan las mejores aportaciones.
EliminarA ver si puedo escaparme a verlo, porque a mi seguro que me entusiasma.
ResponderEliminarHola Ana, te estremecerá, sin duda. Gracias por comentar.
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